▶️Los expresivos ojos de Alfredo Reyes siguen atentos los pasos de sus vecinos y las actividades del muelle pesquero. Instalado en el marco de la ventana de su casa, recuerda y rememora su vida, que ya completa 95 años. Antiguo pescador, soportó la pérdida de su hogar con el tsunami del 27 de febrero del 2010 y la pérdida de su mujer en un incendio del cual ella no pudo escapar. Dice que espera la muerte también, pero sus ojos están demasiado vivos.
Alfredo Reyes tiene casi la misma edad que el lugar que habita. Coliumo está ubicada a 10 kilómetros al norte de Tomé y es vecina del famoso balneario de Dichato, en la Octava Región. Si bien hace casi una década parte de este poblado de tres mil personas estaba en ruinas producto de las inmensas olas provocadas por el terremoto del 2010, a simple vista hoy nada hace recordar los efectos devastadores que tuvo la naturaleza.
Para llegar a Coliumo hay que viajar una hora desde Concepción al norte, pasando por Penco, Lirquén y Tomé, hasta tomar un desvío -la Ruta O-252- que, entre cerros poblados por pinos y eucaliptus abre paso a las vegas de Coliumo: grandes pastizales que besan las aguas de una angosta bahía, en las que se reparten sencillas casas sureñas y sectores en los que los carpinteros calafatean grandes embarcaciones pesqueras.
«Muchos peñascos se disgregan sobre el océano, mientras aves marinas, sargazos y pequeñas lanchas de pescadores se entrelazan en una panorámica continua que lleva hasta el sector de las loberías».
La península de Coliumo comprende una costa accidentada llena de acantilados, grandes olas, algunas playas de arenas doradas y un viento permanente que se levanta sobre todo en las tardes. Frío en invierno y muy cálido en los veranos, fue Francisco Cid Baeza quien hace un siglo atrás colonizó este territorio que hoy revive de la mano de las nuevas generaciones, hijos de pescadores, que han visto en su pueblo natal una identidad que los diferencia y los hace gratamente singulares.
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