Está semana se cumplió 62 años de este lamentable hecho.
La función final terminó con aplausos, aunque con poco público. Con esa escuálida presentación nocturna, el circo «Boston» se despedía de Penco; al día siguiente muy temprano desarmarían la carpa, el palco y las galerías; harían los bultos y todos los bártulos saldrían en un camión hacia Tomé, próxima plaza en este tour de presentaciones del circo por la zona. Y lo siguiente es una especulación: quizás esa noche músicos y algunos payasos, sin sus maquillajes y vestidos de calle, se fueron a brindar al bar «El Popular».
Probablemente el dueño del circo, luego de contar el escaso dinero de la recaudación pencona, con un par de trapecistas –sus favoritas, a lo mejor sus sobrinas— se dirigieron a cenar bistec a lo pobre donde la señora Selfa, en calle Robles. Decimos especulación aunque de algún modo ésa debió haber sido una noche normal para los personajes de un circo en gira por pueblos chicos. Y quizá eso pudo haber ocurrido en especial, si se tiene en cuenta que era un adiós a Penco. Fuera de este escenario nocturno, ninguna señal en el ambiente permitiría presagiar la tragedia que se avecinaba.
El señor Vargas tenía su taller mecánico en la esquina de Yerbas Buenas y Freire. Casado con la señora Ana Jara Ilabaca su prole era numerosa. La familia dependía del trabajo de Vargas, quien se dedicaba a reparar automóviles y a la vez hacía fletes en un camión Morris que era propiedad del señor Villagrán que vivía en la población de Fanaloza. Vargas mantenía y trabajaba esa máquina de carga que, como decíamos, no era suya. Así fue que el dueño del circo habló con el señor Vargas el último día de la presentación para que al día siguiente trasladara toda la impedimenta circense hasta Tomé. El valor del flete y la hora de salida quedaron bien claros y convenidos. A su vez, el señor Villagrán estuvo informado.
El día del traslado, el camión Morris “ñato” (con el motor incorporado bajo la cabina) comenzó a recibir su carga muy temprano: las butacas plegadas, las maderas que servían de galerías, los postes y los dos mástiles mayores. Las carpas al final. Los instrumentos de la banda de música quedaron protegidos en la parte superior. Todo en orden y fuertemente amarrado. Un muchachón de Cerro Verde, a quien le decían “el negro” encabezó los trabajos de carga y cerca de las 11:00 AM por alguna propina se sumó a esa tarea Chenko Muñoz, un adolescente a la sazón. El Morris estuvo listo para partir pasado el mediodía. El dueño del circo le dijo al señor Vargas que mejor almorzaran antes de partir. El grueso del personal circense (los artistas) tomaron el tren de las 13:30 horas en la estación de Penco para Tomé. Ellos esperarían en el lugar donde se establecería el circo. Seguramente ya circulaba por las calles de Tomé la camioneta con el perifoneo “al circo, al circo” invitando al público local al debut.
El señor Vargas puso en marcha el motor del Morris a las 14:00 horas. Algunos trabajadores de la empresa circense subieron sobre las carpas de la carga y el mecánico le pidió a “el negro” que ocupara un lugar en la cola del camión. El propósito de ir instalado allí no era evitar que delincuentes robaran cosas, era para vigilar que ningún objeto se cayera al camino durante la marcha. Unas cuatro personas iban sobre la carga y dos en la cabina: el señor Vargas chofer y el empresario del circo. El Chenko quería ir también y se ofreció para viajar sentado sobre el motor al medio de la cabina. Pero, en buenahora el dueño le dijo tajantemente que no, al tiempo que le pasó unos billetes, la propina prometida. Partió el vehículo con su carga. El Chenko descorazonado miró cómo el camión se alejaba por la calle Freire rumbo a Fanaloza y finalmente se perdió en la curva de la subida al cementerio.
El señor Vargas tuvo que aplicar fuerte los frenos en la bajada de Lirquén y seguramente notó el camión iba más pesado que lo habitual. Debió frenar todavía más fuerte, cuando pasado el puente, Carabineros ordenó que el Morris se detuviera. Fue un chequeo de rutina. Los papeles en regla, la carga bien estibada y amarrada… Pero, iba mucha gente en la carrocería. Para autorizar que el camión continuara, Carabineros ordenó que bajaran todas las personas que iban atrás. Luego de las razones dadas por el señor Vargas, la policía aceptó que sólo “el negro” siguiera viaje como vigilante de la carga. En seguida el camión retomó la marcha a su destino Tomé. Pero, antes la realidad diría su palabra decisiva.
En la primera recta de la llegada a los caracoles de Tomé, el Morris comenzó a ir más y más rápido. El señor Vargas entonces aplicó gradualmente los frenos para aminorar la aceleración y poder así cambiar la marcha y bajar de tercera a segunda y, si fuera posible enganchar en primera. Pero, la maniobra aparentemente no resultó y el cambio quedó en punto neutro. Al no enganchar, pese todos sus esfuerzos, el Morris siguió aumentando su velocidad y finalmente los frenos dejaron de responder. Al llegar a la primera curva cerrada, el Morris se fue contra la barrera de piedras y cayó al vacío. Fue justo en ese momento que “el negro” salto de la carrocería, salvó su vida y pudo contar en parte detalles de este drama que estamos recordando. Las personas que iban en la cabina fallecieron. Ahí terminó el trágico traslado del circo de Penco a Tomé.
Fue una tragedia que impactó profundo en Penco y Tomé, fue noticia nacional. Como de esto ya han pasado tantos años, la mayoría no lo sabe.
Seguramente cuando ocurrió la caída del bus con los hinchas de O’Higgins, los más antiguos de Penco, Lirquén y Tomé recordaron el episodio que en parte hemos narrado aquí con la ayuda de Chenko Muñoz.
( Gentileza: http://penco-chile.blogspot.cl/…/la-funcionfinal… )
Imagen #RadioAguamarina