Artículo homenaje que será incluido en el libro “TOMÉ, LA CIUDAD QUE PERDIMOS”.
En agosto de 1961, avanzaba por calle Egaña en compañía de mi madre, en dirección a la plaza, cuando de una casa de dos pisos, a mitad de cuadra entre Condell y Covadonga, salió rauda una señorita, luciendo vistoso chaquetón confeccionado con tela de chalón de la fábrica FIAP. A poco andar, mi madre en sordina me dijo “esa niña que viene saliendo es la que canta en radio Simón Bolívar (emisora de Concepción). Recuerdo muy bien el chaquetón en que dominaba el rojo, ya que la hija de mi madrina tenía uno similar, con botones de madera, que llamaban barrilitos.
Felizmente mi memoria recupera su imagen de aquellos lejanos años. La recuerdo muy jovencita, ágil, menuda, de ojos oscuros y expresión alegre, mientras caminaba conversando con sus compañeras liceanas.
El éxito inicial de Cecilia como cantante, fue siendo parte del cuarteto vocal “Los de Tomé”, que también integraban los hermanos Ruth, Ricardo y Edgardo González Muñoz, todos menores de 18 años. Fueron ellos quienes la invitaron al conjunto. En la velada de aniversario del Liceo tomecino, junio de 1961, tuvieron el bautismo escénico que les brindaron sus compañeros de estudio, que abarrotaban el entonces Gimnasio FIAP. A contar de entonces, todo fue muy rápido, Radio Simón Bolívar de Concepción les dio el espaldarazo y difusión provincial, permitiéndole cantar en vivo en su auditórium. Fueron contratados para actuar en el mítico Restaurant y Boite “El Quijote”, frente a la plaza penquista, acrecentando su sorpresiva fama como conjunto juvenil. Les acompañaban Mario Alarcón Ravanal en guitarra y Nelson Erick en batería.
Pronto “Los de Tomé” viajaron a la capital, actuando en el auditórium de Radio Minería, logrando con ello difusión nacional. El 11 de octubre de 1961 graban para el sello RCA Víctor el disco single con los temas Muchacha triste y solitaria y No apuestes cariño, con el acompañamiento musical de Jess Müller y su orquesta. El éxito logrado con el primer tema es reconocido por Discomanía, principal programa radial del país, que los galardona con medalla de oro, como Grupo Vocal más promisorio del año.
Después de tan acelerado éxito, los hermanos González continúan estudios en 1962, para llegar a convertirse en profesionales y Cecilia asume su arte en solitario, grabando para el sello Odeón los temas Uno de tantos y Quiero vivir, junto a Los Singers, grupo integrado por los tomecinos Fabián Contreras y los hermanos Luis y Benedicto Andrades Caminitti. El acompañamiento musical estuvo a cargo de Valentín Trujillo y su orquesta. Lo singular de esta grabación fue que el primer tema lo interpretaban en italiano y el segundo en inglés.
En 1963 recibió Diploma de Honor “Discomonía” de Radio Minería y Laurel de Oro como mejor cantante de la “Nueva Ola”. Al año siguiente fue Primer Lugar en todos los rankings de las emisoras radiales del país, y el sello Odeón la premió con Disco de Plata, como la artista más vendedora del año. El popular y juvenil programa radial “Discomanía”, animado por Ricardo García y Raúl Matas, le otorga Medalla de Oro por sus éxitos musicales.
En el Festival de la Canción de Viña del Mar de 1965, la votación del público la premia con la “Lira de Oro” como la más popular del certamen y con su voz logra que el tema “Como una ola”, de la compositora María Angélica Ramírez, sea la canción ganadora de la 6ª versión del festival viñamarino. Ese mismo año graba el long play titulado LA INCOMPARABLE CECILIA, con temas interpretados en español, inglés e italiano. En la parte posterior de la carátula del disco dice: “Esta encantadora artista, colocada ya en el pedestal de la consagración, ha pasado a ser para el público juvenil un verdadero símbolo que encarna lo mejor y más sano del gusto musical popular”.
Cabe reconocer que el argentino Rubén Nouzeilles, Director artístico del sello Odeón, fue fundamental en la orientación, producción y difusión del repertorio de Cecilia, que abarcó boleros, tango italiano, mambo, chachachá y rock’n roll. Fue Nouseilles quien la rebautizó con el adjetivo La Incomparable y con ello invizibilizó definitivamente sus apellidos Pantoja Levi, otorgados por sus padres Fernando y Luisa.
Cecilia logró implantar en Chile un estilo propio y sentir musical a través de canciones con mayor contenido poético aderezadas de bellas melodías. Puré de papas, Amor, mon amour, my love, Baño de mar a medianoche, Último baile, Dilo calladito, Tango de las rosas, Aleluya, … en fin tantas canciones, que se hicieron imprescindibles de ser entonadas, tarareadas o escuchadas en diferentes momentos y también en noches veraniegas, malones y fiestas espontáneas, donde voces y guitarreos alegraban la juventud.
La revista juvenil Ritmo, se hizo eco de sus éxitos discográficos, no solo poniéndola en portada, sino que también incluyó entrevistas y sus canciones para ser guitarreadas. La revista Cine Amor acogió su presencia protagónica, para representar a través de fotografías y diálogos escritos, simples historias románticas, que probablemente ella jamás experimentó.
Cecilia tenía una voz matizada, cautivadora, con ciertas inflexiones hechas de ternura, amor y tragedia; cantaba con pasión y convicción, manifestando calidez en frases musicales delicadas, y agregando vital dramatismo en pasajes culminantes de sus interpretaciones. Su estilo fue mágico, ya que transmitía en cada canción su sello personal en temas que estaban compuestos exclusivamente para ella y su singular temperamento; tanto las canciones internacionales que llegaron a su voz, como sus propias creaciones.
El año 2016, Cecilia fue galardona en el Palacio de La Moneda por la Presidenta Michelle Bachelet, con el Premio a la Música Nacional en la categoría Música Popular. Junto al diploma, recibió 270 UTM en dinero, equivalente a unos U$ 21.000.
Menuda, más bien baja, ojos oscuros y de expresión concentrada, sonrisa fácil en labios finos, que revelaban ternura y carácter a la vez: tal fue la impresión que me produjo Cecilia cuando conversé con ella por única vez, gracias a la intervención de la profesora y poetisa Valeria Gajardo, a quien meses antes le había comentado que estaba investigando sobre la vida de Lisa Peter y que en una fotografía de 1953, aparecía la niña Cecilia Pantoja Levi, junto a un grupo de atletas tomecinas, en el estadio municipal.
Cordial fue su acogida, en una cabaña con vista al mar, donde aún no sube la Avda. Werner de Tomé, aquel viernes 23 de noviembre del 2018. Le acompañaba la actriz Vanessa Miller, quien ya andaba filmando y buscando locaciones para la serie televisiva «Bravura Plateada, Cecilia La Incomparable». Al mostrarle la imagen en blanco y negro, ampliada en mi notebook, se sorprendió al reconocerse cuando tenía solo 10 años de edad y rodeada de atletas tomecinas. Confesó que fue breve y entretenido periodo de su infancia, que le permitió participar en competencias locales e interprovinciales. Me sorprendió cuando fue nombrando, apellidos incluidos, a la mayoría de las deportistas que le acompañaban. Curiosa, me consultó sobre quien me había facilitado la foto, le respondí que Doris Peter, hermana de Lisa. La imagen, tomada hacía 65 años, le hizo evocar los viajes en tren, cuando iba a competir, acompañada por su madre y en una ocasión por su nana. Finalmente manifestó que nunca antes había observado la foto que le había hecho recordar su breve y lejana etapa deportiva.
Muchos otros antecedentes podríamos agregar del extenso currículo de quien nació, en nuestro puerto de esperanzas, como Mireya Cecilia Ramona Pantoja Levi, el 21 de octubre de 1943 y que acaba de dormirse para siempre, como CECILIA, LA INCOMPARABLE. Sus canciones seguirán despiertas en nuestra memoria, para que no dejemos de recordarla con gratitud, en su merecido viaje al infinito.
Volveré a transitar por calle Egaña, para verla pasar rauda en bicicleta o tener la oportunidad de observarla, balanceando su bolsón de cuero, rumbo al liceo, en compañía de sus alegres compañeras, con quienes compartió la efímera juventud, que vive en el país de la memoria.
Prof. Rolando Saavedra Villegas